domingo, 31 de mayo de 2015

La tregua- Benedetti

"¿Usted ve alguna salida?", pregunta y vuelve a preguntar, con franca, provocativa ansiedad. "Lo que es yo, por mi parte, no la veo. Hay gente que entiende lo que está pasando, pero se limitan a lamentarlo. Falta pasión, ese es el secreto de este gran globo democrático en que nos hemos convertido. Durante varios lustros hemos sido serenos, objetivos, pero la objetividad es inofensiva, no sirve para cambiar el mundo, ni siquiera para cambiar un país de bolsillo como este. Hace falta pasión, y pasión gritada, o pensada a los gritos, o escrita a los gritos. Hay que gritarle en el oído a la gente, ya que su aparente sordera es una suerte de autodefensa, de cobarde y malsana autodefensa. Hay que lograr que se despierte en los demás la vergüenza de sí mismos, que se sustituya en ellos la autodefensa por el autoasco. El día en que el urugüayo peruano sienta asco de su propia pasividad, ese día se convertirá en algo útil".



"Hoy cumplo cincuenta años. Es decir, que a partir de este día estoy en condiciones de jubilarme. Una fecha que parece sentenciada para hacer balance. Pero yo he estado haciendo balance todo el año. Me revientan los aniversarios, las alegrías y las penas a plazo fijo. Me parece deprimente, por ejemplo, que el 2 de noviembre debamos llorar a coro por nuestros muertos, que el 25 de agosto nos emocionemos a la simple vista de la bandera nacional. Se es o no se es, no importa el día".

Ella me atraía como un todo, como una suma insustituible de atractivos acaso sustituibles.


Es evidente que Dios me concedió un destino oscuro. Ni siquiera cruel. Simplemente oscuro. Es evidente que me concedió una tregua. Al principio me resistí a creer que eso pudiera ser la felicidad. Me resistí con todas mis fuerzas, después me di por vencido y lo creí. Pero no era la felicidad, era solo una tregua. Ahora estoy otra vez metido en mi destino. Y es más oscuro que antes, mucho más.


Cómo la necesito. Dios había sido mi más importante carencia. Pero a ella la necesito más que a Dios.

Pero, en definitiva, ¿qué es lo nuestro? Por ahora, al menos es una especie de complicidad frente a los otros, un secreto compartido, un pacto unilateral. (...) Lo peor (¿lo mejor?) es que ella se siente muy cómoda en nuestra indefinición.

Ahora las relaciones entre Dios y yo se han enfriado. El sabe que no soy capaz de convencerlo. Yo sé que él es una lejana soledad, a la que no tuve ni tendré nunca acceso. Así estamos, cada uno en su orilla, sin odiarnos, sin amarnos, ajenos.


Porque murió es la palabra, murió es el derrumbe de la vida, murió viene de adentro, trae la verdadera respiración del dolor, murió es la desaparición, la nada frígida y total, el abismo sencillo, el abismo. Entonces, cuando moví los labios para decir "murió", entonces vi mi inmunda soledad, eso que había quedado de mí, que era bien poco.



Mario Benedetti- La tregua
(De los mejores libros que la vida puso en mi camino)

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