miércoles, 7 de enero de 2015

21.12

El día que Mechita se fue, observé el llanto por perder a la madre. Un llanto distinto, triste, desgarrador, adultos convertidos en niños en cuestión de segundos y alguien de veinte que trataba de consolar a mayores de cincuenta. Cuando le di los dos últimos besos, le susurré al oído lo que tanto le había prometido todos los días anteriores; "yo lo cuido, no te preocupes".
La muerte es un ángel que se lleva a las personas en cualquier momento, con Mechita, creo que fue paciente y buena; se la llevo para que ya no sufra y fue paciente porque me regaló algunos días más a su lado. Aunque parecía que por las circunstancias, todos esperaban que llegara, con resignación, no fue así. Esa noche fuimos los tres y él ya no podía disimular el miedo de ya no encontrarla viva,y así fue. Lloró como nunca antes lo había visto llorar y dijo que también quería irse, con ella. No te vayas, no te vayas, por favor. Yo te cuido.
Esa noche tuve ganas de vomitar y hasta ahora las tengo, también estuve pálida y no lloré.

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Los velorios nunca me han gustado. Son momentos en los que el dolor se hace suave, se disimula al conversar y sale a brotes por momentos, en forma de llanto, de crisis, de rezo. Él estuvo ahí y solo lo observé, es fuerte, sí que lo es. Aunque traté de darle amor, sabía que no era igual, jamás lo será.
Ese día no descansamos, Mechita nunca nos dejó ayudar en su cocina, era nuestro turno.

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Los entierros, por el contrario, son los momentos en los que el dolor está a flor de piel, sabes que en cualquier momento alguien estallará, o estallarás. Si observas a las personas el día del entierro, verás en sus rostros cierta tensión, parece que todos saben lo que va a pasar y, aunque muchos quisieran detenerlo, saben que no podrán. El día que enterramos a Mechita, el cielo despertó ambiguo, llovió, salió el sol y volvió a llover. Ser fuerte era la única opción pero somos humanos. El padre dijo que las personas mueren el día en el que dejamos de recordarlas, los recuerdos son infinitos, el cariño también, Ese día entendí que ella ya se había ido para no volver, no hubo dramas, solo llantos que trataban de ser callados, sin escándalo...porque a ella no le gustaban los escándalos y seguro por eso nos envió a ese señor que hablaba horrible y el enojo nos hizo olvidar un poco la pena. Te hiciste una, Mechita.  Una amiga de ella dijo que hasta en el día, nos dejaba una lección: "Se ha ido un Domingo para llegar más rápido a la presencia del Señor", yo le creí porque ella creía en Él y porque todas las oraciones que no pronuncié en años, las dije en esa semana que la visité.

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Nunca había sentido la ausencia de alguien a quien realmente quiero y ahora entiendo mejor el dolor que causa la muerte. He aprendido, o al menos, eso creo. Voy a extrañar tu arroz con leche y tu mazamorra. Ahora, cuando voy a tu casa, me salen un par de lágrimas que ahogo rápido. Los recuerdos no paran en mi cabeza y tu voz diciendo "zamarra","viejita", "siempre rezo por ti" es algo que no puedo callar. Sin embargo, lo que más voy a extrañar, es saber que él te tenía cerca y la calma que, sin darme cuenta, me causaba. Recuerda lo que te dije, por favor, yo lo cuido aquí y tú me das una manito desde donde estés.


Mamá dice que no es bueno llorar por las personas que se han ido y que eran muy queridas, 
porque no las dejamos descansar. Mamá también me dijo que llore por ti todo lo que necesite, 
porque hasta ahora sabe que no lo he hecho pero que lo necesito, 
me ha dicho que lo haga y que luego, te recuerde con alegría. 
Dame un tiempo, Mechita, prometo dejarte descansar tranquila pronto, 
no soy tan zamarra. 








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