domingo, 27 de noviembre de 2016

Hola

Sé que no sabemos mucho de nuestras vidas en los últimos...¿14 meses? Quizás un poco más, no estoy segura. Sé que está vivo y eso ya es bastante y es muy bueno para ser sincera.
Sé que hoy fue tu examen, sé que te fue bien. Sé eso porque te conozco, al menos, aún conozco partes de ti.
Sé que sigues muy parecido a como estabas desde que dejamos de vernos. Barba, cabello corto, camisas....un aspecto más formal. Recuerdo cuando empezaste a cambiar tu forma de vestir, a cambiar los polos por las camisas, los jeans por los pantalones. Compartimos ese cambio y algunos más juntxs.
Sé que me enviaste un mail hace varios meses. Sé, también, que le mentiste a Solange y le dijiste que fui yo quien te enviaba mails y te pedía vernos.
Sé que llamaste algunas veces, sé que mi hermana no te dio mi número y sé que nunca volviste a llamar a pesar de que toda tu familia estuvo a mi lado en el momento más triste de toda mi vida.
Sé que darías la vida por mí porque me lo has dicho siempre, incluso en tu último mail...pero no confío en que eso sea real. No sé qué entiendes tú por "dar la vida", quizás lo entiendes de la manera más literal posible. Yo, en cambio, entendí esa frase como una forma que tenía de decirme que estarías ahí para cuando realmente necesitara de alguien. No estuviste, y aunque me dolió, también sé que no tenías que estar.
Sé que pienso en ti la mayoría de los días. Juro que pienso en ti la mayoría de los días pero ya no con el amor que tenía para ti. Pienso en ti por diferentes motivos. Pienso en ti, también, porque todos los días tomo un bus a una cuadra de tu casa y realmente esa es de las ironías más grandes de la vida. Es gracioso de una forma cruel...es como si la vida, de alguna forma, me dijera que, a pesar de lo ocupada que estaría, tendría tiempo de pasar a saludarte. Hubiéramos tenido tiempo.
Sé que estás feliz y que tienes una chica en la que piensas todos los días del mismo modo en el que pensabas en mí. No con la misma intensidad, ni con los mismos sentimientos...quizás ahora eres más feliz, quizás solo eres feliz de una forma diferente.
Sé que algún día morirás y yo también y sé que, de alguna forma, toda esta distancia está comenzando a hacerse pesada.
Ya te envié un mail. Sé que quizás no respondas jamás y sé que voy a poder vivir con eso y tú también pero creo que podemos ser más inteligentes esta vez y ser más humanos.

Llama cuando quieras hablar: 938210078.

martes, 30 de agosto de 2016

Un corazón - y un alma- al desnudo

El once de agosto del 2015 vimos una película sobre las emociones, comimos donuts y lloré sobre su pecho como una niña pequeña. Siempre que lloraba sobre su pecho y sentía sus brazos entrelazados en mi cuerpo, me sentía pequeña y protegida. Quizás, excavando un poco, y visitando rincones incómodos de mi ser, esa haya sido una necesidad vital que no pude saciar desde pequeña; sentirme pequeñas y protegida por alguien así. Por alguien que hiciera lo que mi padre no pudo hacer por muchos años pero que, ahora, siempre procura hacer. 
El diecisiete de agosto del 2015 fue su primera cita. Fueron a comer pollo, eligieron, o eligió-o , elegiste- una pollería a cinco cuadras de casa. Eligió un lugar al que habíamos ido juntxs en algún momento. Una pollería en la que comimos juntxs y también junto a mi familia; en algún momento de mi vida, también fue parte de mi familia. 
En septiembre, decidieron darse una oportunidad. Yo decidí hablar con él porque ya no podía más con tantas dudas en la cabeza y con la sensación de sentirme engañada aunque la relación, formalmente, ya había terminado. El séptimo día de septiembre, iniciaron una aventura que, creo yo, lo salvó. Aunque no sé bien de qué, ni de quién. Para ser sincera, creo que lo-te- salvó de sí mismo, de los rincones incómodos que no se atrevió a explorar y del dolor que no se atrevió a sentir. Y, ¿saben qué? No lo culpo, cada quien decide cómo salvarse, cada unx de nosotrxs tiene maneras de salir a flote, algunxs temen más que otrxs hundirse, y lo evitan como pueden y con quien pueden. Pueden acertar en la forma y en la persona, y también, pueden no hacerlo. 
En ese mismo mes, cuando le pedí hablar, nos juntamos bajo la sombra del árbol más viejo- quizás- que hayamos conocido juntos y que en algún momento tuvo lugar en la relación. Ese día, esa noche, mi corazón se puso a mil, lloré y también le pregunté con timidez sobre su nueva persona. Me respondió como se responde cuando no se quiere decir la verdad. Con miedo. Me preguntó, una vez más, qué era lo que realmente quería que sucediera; recuerdo que lo único que le dije es que quería que fuera feliz, que ambos lo seamos, que lo merecíamos y aún hoy, a pesar de tantas emociones encontradas, lo sigo creyendo. El tiempo, una vez más, nos jugaba en contra y él ya se tenía que ir, tenía que estudiar. Nunca le dije que también yo tenía un examen al día siguiente; nunca le dije que al día siguiente, y los días que siguieron, solo tenía sus palabras en la cabeza y en el alma, dando vueltas, dándome certezas y también dudas. Nunca le dije que, cuando vi la primera foto, todas esas palabras sonaron a mentira. Una mentira una vez más. 
Esa noche nos abrazamos como se abrazan quienes han crecido de la mano; con amor, con genuino cariño. Esa noche le dije que había crecido a su lado y que había vivido tanto con él, y él conmigo, que todo esto era confuso. Me dijo que también era así para él, que iba a pasar mucho tiempo para poder olvidarme, o superar todo esto, que tenía miedo y que no sabía qué iba a pasar pero que me respetaba mucho. Le pedí que me guarde un apodo que siempre me decía de cariño; él también me pidió lo mismo. Sin embargo, como imagino suele pasar en la vida misma, hay promesas que son más fáciles de olvidar que otras. 
En octubre, noviembre y diciembre, la vida de cada unx dio giros y giros sin parar. Bailé más de lo que bailé en un año entero. Ya les dije, cada quién elige como salvarse, como evitar hundirse, al menos, por momentos. Conocí chicos de una noche, tuve intentos de salidas con otro pero nunca podía, de pronto, siempre estaba ocupada. Sin embargo, lo que realmente me salvó, fue un colectivo. La soga que sostuve fuertemente estaba compuesta por numerosas manos y por cálidos corazones. Aprendí a defender la locura de la manera más sana posible y, así, me sume a su lucha, que, para hoy, ya la considero también mía. Quizás de esa forma la vida me enseñaba que siempre hay algo mejor, que ella no para aunque a veces lo deseemos con toda el alma pero nos pone en el camino de personas que te acogen y también nos pone en el camino a personas que podemos acoger. Dar amor y recibirlo si estás dispuestx a darlo; básicamente eso. 
El 17 -o 16- de diciembre del 2015, mientras esperaba un bus que me llevara a la reunión de cierre del colectivo, él me llamó. Luego de varios meses de no saber nada de él más allá de las fotos que colgaba; lo escuché y temblé. Al inicio, debo confesar, pensé que había marcado mi número por error, luego entendí que no fue así. Me dijo que necesitaba verme, hablar conmigo, juntarnos pronto, y que sería mejor si fuera en esta ciudad tan gris y caótica y no en nuestra ciudad de toda la vida. Me dijo que el fin de semana se iba de viaje, que si podía ese mismo día, sería buenísimo. Recuerdo haber escuchado todo eso y por dentro no saber qué decir, solo recuerdo que acepté juntarnxs pero no ese día, recuerdo haberle dicho que estaba ocupada, que yo le avisaba cuando y recuerdo que aceptó. Sin embargo, al cortar y ver que volvía a llamar, a escribirme por whats app, mandarme mensajes de texto y volver a insistir en que fuera ese mismo día; solo sentí rabia. No había cambiado y quizás siga igual hoy; ansioso, egoísta, culpable. Quizás aún siga priorizando sus tiempos antes que un tiempo en conjunto, quizás siga creyendo que todo debe hacerse cuando él quiere. Quizás no. Ese día subí al bus enojada, luego sentí tristeza, confusión, más rabia y luego, rabia y tristeza. Llegué a la reunión y empecé a llorar, a hablar, a contar, a hacer preguntar al aire y a aceptar consuelo. Ese día fue uno de los pocos que realmente hablé de él con ese grupo y desnudé parte de mi historia y acepté un abrazo, las palabras y la fuerza que siempre me daban. Me sentí segura, me calmé. Nunca le respondí el mensaje, no le devolví la llamada y viajé a mi ciudad de siempre.
El 26 de diciembre del 2015, salí a bailar. Bailé sin parar, feliz, segura, con más confianza en mí misma. Había recargado energías, había hablado con las personas indicadas, había podido respirar frente al mar antes de viajar y había podido llorar lo necesario para calmar el alma alborotada. Ese día, luego de varios meses, nos vimos por menos de cinco segundos. Nos chocamos mientras yo iba al baño y él iba a donde estaba ella. Volteó la cara, yo hice lo mismo. No nos saludamos, me reí, me confundí. Sentí una vibra, una energía extraña cuando pasamos lado a lado, como de enojo y algo más...orgullo quizás. Quería hablar conmigo pero no podía ni saludarme. Yo tampoco pude. 
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En enero del 2016 viajé. Escapé un momento de la cotidianidad y de la vida misma aunque eso suene extraño. Cumplí un sueño que en algún momento me atreví a compartir con él. Llegué al Salar y fue el único lugar donde pude ganar todas las rondas de cartas. Era mi lugar y mi alma lo sabía. Vi el amanecer sentada en la sal y respiré muchísimo. Volvimos a la ciudad monótona con vibras buenas y con el alma un poco más tranquila y curada.
El 28 de enero del 2016, volvió a llamar, almorzábamos en casa con una tía, una prima y una sobrina. Reíamos de lo mal que le habían salido las hamburguesas a Caro pero celebrábamos el estar juntas. Caro se paró, contestó y luego, cuando ya estábamos solas, me contó. Me dijo que había sido él, que quería hablar conmigo. Minutos después, llegó un mensaje, me había enviado un mail; necesitaba cerrar un libro. Leí el mail mucho tiempo después, lo hice por curiosidad y solo sentí que eran muchas palabras sueltas, sin sentido, palabras angustiadas. Un libro no se cierra así, los libros, para cerrarlos, los acompaño de un buen café. O de un paisaje hermoso para tener a dónde mirar cuando ya lo haya terminado de leer. 
En febrero del 2016, me enteré de otra mentira suya, me dijeron que le había dicho a su chica que era yo quien lo buscaba, quien le pedía hablar, juntarnxs. Sentí mucho enojo y también pena por ella. Estaba en el mar, y solo grité y miré hasta el infinito azul y deseé con todas mis fuerzas terminar de sanar y ya no saber más. También pedí al infinito azul que, algún día, la verdad sea la triunfante. 
En abril volvió a llamar, le pidió mi nuevo número a  Caro y ella no se lo dio. A los días, mi abuela murió y las ganas de bailar se esfumaron hasta ahora. Quizás este ha sido el golpe más duro de toda mi vida, quizás es la primera vez que siento que son situaciones que le pasan al resto pero no a mí. Mi alma se quebró y mi corazón se encogió; curar heridas tan profundas toma tiempo y demanda mucho amor y mucha paz y soledad, también. Fue su mamá, fue su papá, fue su hermanita. Me llamó la señora que trabaja en su casa y a quien quiero tanto pero tanto. Nunca apareció él, ni llamó, ni viajó, ni escribió. Ni a mí ni a mi hermana o a mi familia en general. Fue ahí que entendí que nunca daría la vida por mí, aunque eso diga su mail. Fue ahí que sentí que también había muerto él. Fue ahí que entendí que el cariño que me tenía nunca fue lo suficientemente fuerte ni sincero como para aparecer en un momento así. 
Es agosto del 2016, si le preguntan a alguien cercanx a mí, te dirá que soy una cuasi activista, que uso la "x" porque es mi manera de usar el lenguaje inclusivo, te dirán que me encantan los temas de género, que he ido a dos marchas en este año, que mis sábados por la mañana siempre están copados, que creo y lucho por las mujeres y por la violencia, en todas sus formas, hacia nosotras, nosotros y nosotres, y que actualmente practico en un centro de salud que se enfoca en población lgtbiq. Ah, y que me he cortado el cabello y no me queda tan mal.Te contarán de estas aventuras que, aunque son pocas, son importantes en mi vida y que hoy más que nunca siento que mi vida sería completamente diferente si siguiera a tu lado. Que sigo luchando por sanar, que aún te pienso aunque sea de una forma distinta, que a veces quisiera chocarme contigo aunque no sé para qué ni porqué y mucho menos cómo reaccionaríamos. Aún estoy enojada contigo, aún tengo dudas y ahora dudo mucho más de cada palabra tuya, aunque sé que eso ya no importa para ti. Ahora, más que nunca, me preguntó que era verdad y qué era mentira. Quizás nunca lo sepa, ya no importa. 
Esta es mi parte de la historia. Es algo resumido pero que de alguna forma me ayuda a limpiar por dentro. Quizás es estúpido continuar pensando en esto, quizás es un estancamiento. Sin embargo, es una manera de protegerme, de saber que todo esto es real, y también de entender que esta es solo una parte de la historia, que falta la tuya, que quizás mi versión tenga más decibeles de enojo, duda, tristeza y demás de las que debería tener. Actualmente no sé si te quiero, si te odio, si te he olvidado del todo o no. Estoy tan confundida por dentro y he tenido otras vorágines emocionales tan fuertes que me han sacudido el alma por dentro y me han desordenado la vida como cuando pasa un remolino por un pueblo chiquito. Confío en sanar, confío en poder confiar. Aunque sienta que contigo ya no volverá a pasar (confiar). 


A veces es bueno limpiar. 
A veces, escribir, es una forma de limpiar. 
Desnudar. 



miércoles, 6 de julio de 2016

Si soy sincera...

Tengo miedo de morir y no haber saldado cuentas
Miedo de no estar más aquí
Miedo de no haber ido por ese café
Miedo de haber dejado que el orgullo sea siempre más que nosotros juntos
Aunque ya no haya un nosotros como antes, sé que comprendes

Tengo miedo de morir y no habernos perdonado
Miedo de dejar este cuerpo y esta vida sin haberte perdonado
Miedo de que te vayas sin haber conversado
Miedo por no haber hablado a tiempo, mirándonos a los ojos
Solo así es que se perdona de verdad

Tengo miedo de habernos matado en vida
Miedo por tantas vueltas de lo que se dijo y lo que no
Miedo por irme sin entender que, en realidad, siempre me vas a querer
Miedo de irme sin decirte que también te quiero, por lo que fuiste y lo que eres
Aunque también tengo miedo de irme sin decirte lo mucho que me dolió todo
Miedo de irme sintiéndote cobarde

Tengo miedo de morir sintiendo que aún no estoy lista
Miedo de nunca dejar de sentir que aún no es momento de hablar
Miedo por la incongruencia de tus intentos de comunicación
Miedo por haber dejado de intentar

Tengo miedo de no entender que algún día, alguno de los dos, ya no estará
Miedo de que ese día llegue y queden cuentas pendientes
Miedo de no podeR irme en paz
Miedo de no poder soltar

Si debo ser sincera, últimamente he pensado mucho en ti y en la muerte. Es obvio el porqué.
Si debo ser sincera, siento mucho miedo de irme sin un último abrazo que (nos) repare todo lo que quebramos cuando nos despedimos.
Si debo ser sincera, ya entendí que no habrá un nosotros otra vez.
Si debo ser sincera, tengo miedo de morir sin haber vencido todo este miedo.
Y, también, que no lo hayamos vencido juntos.
Como si fuera lo último que nos queda por hacer para poder, real y sinceramente, continuar.

Si dices que darías la vida por mí, ¿podrías ayudar a dar el primer paso para vencer todo esto, por favor?

jueves, 4 de febrero de 2016

Fin.



Te escribo desde aquí, aunque no es directamente para ti pero, si tuviera que ponerle un destinatario a esta entrada, serías tú, por última vez. Te escribo desde aquí por más de un motivo. Porque nunca acepté hablar contigo cuando llamaste, porque no contesté tus mensajes y tampoco tus llamadas posteriores, porque aún no leo tu correo y no sé cuándo lo haga. Sobretodo, te escribo desde aquí porque no tengo necesidad de escribirte algo de manera tan personal, porque uso este blog como mi trinchera personal, como mi guarida, donde puedo escribirlo que quiero sin pensar en cuánto te podría afectar leer mis líneas. Escribo por mí, como terapia, como método efectivo de hacer catarsis sin la necesidad de ir y gritar todo lo que siento en tu cara, sin ir y darte una bofetada. Escribo para despedirme de alguien a quien yo creí amar, de alguien que sería parte de mi vida por siempre pero, desde ya, dejó de serlo.

No hay derecho alguno para obligarme a saber cosas que no quiero, no hay explicaciones que me debas dar porque esas, se piden, y yo a ti no te he vuelto a pedir algo, espero nunca más tener que hacerlo. No hay derecho de usar vías fáciles para seguir demostrando lo cobarde que eras, eres y serás. El machista conservador que vive disfrazado de un hombre tolerante. El hijitodemami que fue educado bajo la consigna de gozar de todos los privilegios que su hermana no goza, solo por ser varón y de poder tratar a las personas como objetos. El estudiante sobresaliente que se jacta de ser humilde con los demás pero que, en realidad, es un maldito arrogante. El tipo que repite patrones, que imita a su hermano mayor en todo y ha crecido engañado, creyendo que tiene una personalidad fuerte y definida cuando, en realidad, lo único que tiene son muchas reservas de imitaciones. No tienes derecho de seguir apareciendo en mi vida solo para encontrar paz en la tuya, no más. Ojalá, algún día puedas observarte y ver en lo que te has convertido, en alguien que vive pidiendo disculpas para calmar su alma y encontrar paz.

Te conozco tanto, que sin haber leído tu carta ya imagino qué dice. Seguramente empiezas explicando o preguntando porqué no contesté- seguro no te sorprendió- y probablemente continúas con tu clásica pedida de disculpas, desde lo más profundo de tu alma o lo que sea que tengas ahí dentro. El resto, estoy más que segura, está medianamente enfocado en tu nueva relación. No necesito saber, no necesito entender; las noches y días y madrugadas que he vivido rompiéndome la cabeza para poder entender al menos un poco cómo es que encontraste a alguien tan rápido y te enamoraste de esa forma, ya pasaron. Mi conclusión: jamás lo entenderé porque no necesito hacerlo. Si tu aniversario coincide tanto con las fechas en las que aún me pedías regresar, si nuestra última charla fue cuando ya habías empezado tu relación, si las fotos y todas las publicaciones se dieron tan de prisa que provocaron preguntas en más de una persona que aprendí a enfrentar poco a poco; ya no importa. Ya nada de eso importa. Eres lo que eres, mi ex. Nuestro concepto del amor nunca calzó, nunca compatibilizó y cada uno decidió vivir la relación a su manera, por eso no funcionamos. Eres una buena persona pero me alegra haberme dado cuenta de que esto ya no daba para más, me alegra haber sido yo quien dio el ultimatum, me alegra haber entendido en estos meses que han transcurrido que el amor es algo hermoso y que alguien más-ojalá- me amará muchísimo mas de lo que tú creías amarme y así terminaré de enterrar tu estúpida premisa de que nadie me va a querer como tú. El amor no tiene límites, ¿o sí?

Ojalá tu carta no contenga tu clásica frase de "daría mi vida por ti" o como fuere que sea la frase. Seguro escribes cosas amigables pero en la siguiente oración aclaras que no deseas nada, porque así eres tú. Eres de las personas que esconde la mano para que nadie se entere quién fue, quién lo hizo. Te deseo vida, solo vida. Una vida que sea completa y justa contigo, es decir, que te presente en el camino todo lo que deba presentarte. Que el karma se encargue.

De mi parte, esto terminó en septiembre, aunque, aguarda, tu relación empezó a inicios de septiembre, ¿no? Y nosotros hablamos despues, MALDITOHIJODEPUTA.
Siempre tan cobarde y mentiroso.
Adiós.