martes, 30 de agosto de 2016

Un corazón - y un alma- al desnudo

El once de agosto del 2015 vimos una película sobre las emociones, comimos donuts y lloré sobre su pecho como una niña pequeña. Siempre que lloraba sobre su pecho y sentía sus brazos entrelazados en mi cuerpo, me sentía pequeña y protegida. Quizás, excavando un poco, y visitando rincones incómodos de mi ser, esa haya sido una necesidad vital que no pude saciar desde pequeña; sentirme pequeñas y protegida por alguien así. Por alguien que hiciera lo que mi padre no pudo hacer por muchos años pero que, ahora, siempre procura hacer. 
El diecisiete de agosto del 2015 fue su primera cita. Fueron a comer pollo, eligieron, o eligió-o , elegiste- una pollería a cinco cuadras de casa. Eligió un lugar al que habíamos ido juntxs en algún momento. Una pollería en la que comimos juntxs y también junto a mi familia; en algún momento de mi vida, también fue parte de mi familia. 
En septiembre, decidieron darse una oportunidad. Yo decidí hablar con él porque ya no podía más con tantas dudas en la cabeza y con la sensación de sentirme engañada aunque la relación, formalmente, ya había terminado. El séptimo día de septiembre, iniciaron una aventura que, creo yo, lo salvó. Aunque no sé bien de qué, ni de quién. Para ser sincera, creo que lo-te- salvó de sí mismo, de los rincones incómodos que no se atrevió a explorar y del dolor que no se atrevió a sentir. Y, ¿saben qué? No lo culpo, cada quien decide cómo salvarse, cada unx de nosotrxs tiene maneras de salir a flote, algunxs temen más que otrxs hundirse, y lo evitan como pueden y con quien pueden. Pueden acertar en la forma y en la persona, y también, pueden no hacerlo. 
En ese mismo mes, cuando le pedí hablar, nos juntamos bajo la sombra del árbol más viejo- quizás- que hayamos conocido juntos y que en algún momento tuvo lugar en la relación. Ese día, esa noche, mi corazón se puso a mil, lloré y también le pregunté con timidez sobre su nueva persona. Me respondió como se responde cuando no se quiere decir la verdad. Con miedo. Me preguntó, una vez más, qué era lo que realmente quería que sucediera; recuerdo que lo único que le dije es que quería que fuera feliz, que ambos lo seamos, que lo merecíamos y aún hoy, a pesar de tantas emociones encontradas, lo sigo creyendo. El tiempo, una vez más, nos jugaba en contra y él ya se tenía que ir, tenía que estudiar. Nunca le dije que también yo tenía un examen al día siguiente; nunca le dije que al día siguiente, y los días que siguieron, solo tenía sus palabras en la cabeza y en el alma, dando vueltas, dándome certezas y también dudas. Nunca le dije que, cuando vi la primera foto, todas esas palabras sonaron a mentira. Una mentira una vez más. 
Esa noche nos abrazamos como se abrazan quienes han crecido de la mano; con amor, con genuino cariño. Esa noche le dije que había crecido a su lado y que había vivido tanto con él, y él conmigo, que todo esto era confuso. Me dijo que también era así para él, que iba a pasar mucho tiempo para poder olvidarme, o superar todo esto, que tenía miedo y que no sabía qué iba a pasar pero que me respetaba mucho. Le pedí que me guarde un apodo que siempre me decía de cariño; él también me pidió lo mismo. Sin embargo, como imagino suele pasar en la vida misma, hay promesas que son más fáciles de olvidar que otras. 
En octubre, noviembre y diciembre, la vida de cada unx dio giros y giros sin parar. Bailé más de lo que bailé en un año entero. Ya les dije, cada quién elige como salvarse, como evitar hundirse, al menos, por momentos. Conocí chicos de una noche, tuve intentos de salidas con otro pero nunca podía, de pronto, siempre estaba ocupada. Sin embargo, lo que realmente me salvó, fue un colectivo. La soga que sostuve fuertemente estaba compuesta por numerosas manos y por cálidos corazones. Aprendí a defender la locura de la manera más sana posible y, así, me sume a su lucha, que, para hoy, ya la considero también mía. Quizás de esa forma la vida me enseñaba que siempre hay algo mejor, que ella no para aunque a veces lo deseemos con toda el alma pero nos pone en el camino de personas que te acogen y también nos pone en el camino a personas que podemos acoger. Dar amor y recibirlo si estás dispuestx a darlo; básicamente eso. 
El 17 -o 16- de diciembre del 2015, mientras esperaba un bus que me llevara a la reunión de cierre del colectivo, él me llamó. Luego de varios meses de no saber nada de él más allá de las fotos que colgaba; lo escuché y temblé. Al inicio, debo confesar, pensé que había marcado mi número por error, luego entendí que no fue así. Me dijo que necesitaba verme, hablar conmigo, juntarnos pronto, y que sería mejor si fuera en esta ciudad tan gris y caótica y no en nuestra ciudad de toda la vida. Me dijo que el fin de semana se iba de viaje, que si podía ese mismo día, sería buenísimo. Recuerdo haber escuchado todo eso y por dentro no saber qué decir, solo recuerdo que acepté juntarnxs pero no ese día, recuerdo haberle dicho que estaba ocupada, que yo le avisaba cuando y recuerdo que aceptó. Sin embargo, al cortar y ver que volvía a llamar, a escribirme por whats app, mandarme mensajes de texto y volver a insistir en que fuera ese mismo día; solo sentí rabia. No había cambiado y quizás siga igual hoy; ansioso, egoísta, culpable. Quizás aún siga priorizando sus tiempos antes que un tiempo en conjunto, quizás siga creyendo que todo debe hacerse cuando él quiere. Quizás no. Ese día subí al bus enojada, luego sentí tristeza, confusión, más rabia y luego, rabia y tristeza. Llegué a la reunión y empecé a llorar, a hablar, a contar, a hacer preguntar al aire y a aceptar consuelo. Ese día fue uno de los pocos que realmente hablé de él con ese grupo y desnudé parte de mi historia y acepté un abrazo, las palabras y la fuerza que siempre me daban. Me sentí segura, me calmé. Nunca le respondí el mensaje, no le devolví la llamada y viajé a mi ciudad de siempre.
El 26 de diciembre del 2015, salí a bailar. Bailé sin parar, feliz, segura, con más confianza en mí misma. Había recargado energías, había hablado con las personas indicadas, había podido respirar frente al mar antes de viajar y había podido llorar lo necesario para calmar el alma alborotada. Ese día, luego de varios meses, nos vimos por menos de cinco segundos. Nos chocamos mientras yo iba al baño y él iba a donde estaba ella. Volteó la cara, yo hice lo mismo. No nos saludamos, me reí, me confundí. Sentí una vibra, una energía extraña cuando pasamos lado a lado, como de enojo y algo más...orgullo quizás. Quería hablar conmigo pero no podía ni saludarme. Yo tampoco pude. 
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En enero del 2016 viajé. Escapé un momento de la cotidianidad y de la vida misma aunque eso suene extraño. Cumplí un sueño que en algún momento me atreví a compartir con él. Llegué al Salar y fue el único lugar donde pude ganar todas las rondas de cartas. Era mi lugar y mi alma lo sabía. Vi el amanecer sentada en la sal y respiré muchísimo. Volvimos a la ciudad monótona con vibras buenas y con el alma un poco más tranquila y curada.
El 28 de enero del 2016, volvió a llamar, almorzábamos en casa con una tía, una prima y una sobrina. Reíamos de lo mal que le habían salido las hamburguesas a Caro pero celebrábamos el estar juntas. Caro se paró, contestó y luego, cuando ya estábamos solas, me contó. Me dijo que había sido él, que quería hablar conmigo. Minutos después, llegó un mensaje, me había enviado un mail; necesitaba cerrar un libro. Leí el mail mucho tiempo después, lo hice por curiosidad y solo sentí que eran muchas palabras sueltas, sin sentido, palabras angustiadas. Un libro no se cierra así, los libros, para cerrarlos, los acompaño de un buen café. O de un paisaje hermoso para tener a dónde mirar cuando ya lo haya terminado de leer. 
En febrero del 2016, me enteré de otra mentira suya, me dijeron que le había dicho a su chica que era yo quien lo buscaba, quien le pedía hablar, juntarnxs. Sentí mucho enojo y también pena por ella. Estaba en el mar, y solo grité y miré hasta el infinito azul y deseé con todas mis fuerzas terminar de sanar y ya no saber más. También pedí al infinito azul que, algún día, la verdad sea la triunfante. 
En abril volvió a llamar, le pidió mi nuevo número a  Caro y ella no se lo dio. A los días, mi abuela murió y las ganas de bailar se esfumaron hasta ahora. Quizás este ha sido el golpe más duro de toda mi vida, quizás es la primera vez que siento que son situaciones que le pasan al resto pero no a mí. Mi alma se quebró y mi corazón se encogió; curar heridas tan profundas toma tiempo y demanda mucho amor y mucha paz y soledad, también. Fue su mamá, fue su papá, fue su hermanita. Me llamó la señora que trabaja en su casa y a quien quiero tanto pero tanto. Nunca apareció él, ni llamó, ni viajó, ni escribió. Ni a mí ni a mi hermana o a mi familia en general. Fue ahí que entendí que nunca daría la vida por mí, aunque eso diga su mail. Fue ahí que sentí que también había muerto él. Fue ahí que entendí que el cariño que me tenía nunca fue lo suficientemente fuerte ni sincero como para aparecer en un momento así. 
Es agosto del 2016, si le preguntan a alguien cercanx a mí, te dirá que soy una cuasi activista, que uso la "x" porque es mi manera de usar el lenguaje inclusivo, te dirán que me encantan los temas de género, que he ido a dos marchas en este año, que mis sábados por la mañana siempre están copados, que creo y lucho por las mujeres y por la violencia, en todas sus formas, hacia nosotras, nosotros y nosotres, y que actualmente practico en un centro de salud que se enfoca en población lgtbiq. Ah, y que me he cortado el cabello y no me queda tan mal.Te contarán de estas aventuras que, aunque son pocas, son importantes en mi vida y que hoy más que nunca siento que mi vida sería completamente diferente si siguiera a tu lado. Que sigo luchando por sanar, que aún te pienso aunque sea de una forma distinta, que a veces quisiera chocarme contigo aunque no sé para qué ni porqué y mucho menos cómo reaccionaríamos. Aún estoy enojada contigo, aún tengo dudas y ahora dudo mucho más de cada palabra tuya, aunque sé que eso ya no importa para ti. Ahora, más que nunca, me preguntó que era verdad y qué era mentira. Quizás nunca lo sepa, ya no importa. 
Esta es mi parte de la historia. Es algo resumido pero que de alguna forma me ayuda a limpiar por dentro. Quizás es estúpido continuar pensando en esto, quizás es un estancamiento. Sin embargo, es una manera de protegerme, de saber que todo esto es real, y también de entender que esta es solo una parte de la historia, que falta la tuya, que quizás mi versión tenga más decibeles de enojo, duda, tristeza y demás de las que debería tener. Actualmente no sé si te quiero, si te odio, si te he olvidado del todo o no. Estoy tan confundida por dentro y he tenido otras vorágines emocionales tan fuertes que me han sacudido el alma por dentro y me han desordenado la vida como cuando pasa un remolino por un pueblo chiquito. Confío en sanar, confío en poder confiar. Aunque sienta que contigo ya no volverá a pasar (confiar). 


A veces es bueno limpiar. 
A veces, escribir, es una forma de limpiar. 
Desnudar.