domingo, 19 de junio de 2022

japi dei pá

 Mi papá fue mi primer duelo mucho tiempo antes de conocer esa palabra, si quiera de haberla escuchado. Ha sido el primero y, hasta ahora, el más largo, porque duelar a alguien que vive contigo pero que poco a poco pareciera que se convierte en otra persona puede sentirse, en algunos momentos - si no es en la gran mayoría - como una constante agonía. Quizás ya a muchxs nos ha pasado que cuando sabemos que alguien que queremos sufre físicamente y su dolor pareciera no aliviarse con nada, acudimos a alguna creencia para que, a través de ese pedido, sea la despedida. Desear que la persona deje de sufrir - y, quizás, dejar de sufrir con elle al verle mal -; significa desear su muerte, pero ese deseo excede aquello que nos han enseñado como humano, y se siente necesario aferrarse de aquello que no se ve pero se cree para tolerar ese deseo. Solo hay dos personas con quienes me atreví a compartir ese deseo, con mucha vergüenza y frustración, principalmente, porque en mi caso, los signos vitales no son los que fallan.

Gracias, pá, porque a través de nuestro vínculo también he practicado la aceptación. Enteder que aquello que quisiera que fueras, que fuésemos, no se dará, me ha llevado años pero, por fin, creo que he empezado a aceptarlo de manera genuina. Y eso, papi, me ayuda a querer vivir. Y ahora el camino se siente más ligero; a veces la distancia trae ligereza, aunque eso no evita que la nostalgia se cuele casi siempre

lunes, 9 de mayo de 2022