domingo, 18 de marzo de 2012

Hay que nadar

Ya lo había pensado, lo había sospechado y luego, había eliminado ese quasi absurdo pensamiento de su mente, ya que si seguía con el mismo, no sobreviviría. Porque hasta ahora eso hacía, sobrevivir. La vida para ella empezaría cuando, por fin, se decidiera a romper cualquier tipo de cordón umbilical que aún la retenía, o, según ella, la protegía. Aunque a veces ese tipo de protección la lastimó, mucho más de lo deseado o indicado. Y siguió así, tratando de eliminar ese pensamiento, porque si lo lograba, también se iría el temor, el temor de que todo se haga realidad. Ella, ya un poco débil pero aún con esperanzas, sabía que algo así, ahora, la aniquilaría. Literalmente, la mataría por dentro. Hace poco, realmente poco, le pasó algo que ella creyó que la hundiría. Y se hundió. Y, a las semanas, salió a flote, salvada. La habían sacado, se había esforzado. Había usado el tiempo para pensar en lo que le pasó, y aunque a veces sus mejillas se mojaban, logró sobresalir. Con ayuda. Sola. Pero no fue así. Todo fue un espejismo, todo estaba tan fresco, tan débil, tan reciente, que cualquier imperfecto haría que todo el proceso se detuviera, retrocediera. Pareciera que a la vida le gusta jugar con ella; por ahora, un juego que a ella no le gusta. Es como si se hubiese subido a una montaña rusa infinita, imparable, cada vez menos domable. Otra vez, cuando ella recién disfrutaba de poder respirar sin sentir hincones, la hincaron aún mas fuerte. Donde más duele. Dicen que una foto vale más que mil palabras, a ella le hablaron cuatro mil palabras. De pronto, y ya algo casi cotidiano, sus ojos eran dos luces intermitentes, tan brillosas como acuosas. Tan tonta. Tan sensible. Tan ella. Sin darse cuenta ya se había hundido y buscaba ayuda, buscaba algún salvavidas, o mejor varios. Lástima, no encontró ninguno. No se permitió encontrarlo en ese instante, solo se aisló. Pasó el tiempo, rápido y lento. Rápido cuando estaba ahogada. Lento cuando intentaba salir a flote, otra vez. Otra vez. Pobre, espero que no termine ahogada, pues dicen que es la peor manera de morir.

Y, en ese momento, se sintió muerta pero también se dio cuenta que algún día, alguien, la resucitará.

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