martes, 26 de agosto de 2014

A veces me pregunto cómo hizo Lola para dejar por siempre a Santiago. Lo sé, han pasado varios años, ella es feliz con alguien más y parece que ahora, los fantasmas de todas las mujeres pasadas, no la atormentan más. Quizás, no la atormentan porque no existieron. Su pianista, científico y demás, la esperó como supongo que esperan los que aman de verdad. Pero, ¿qué es amar? ¿Cómo puedes saber a dónde quieres volver si nunca has dejado ese camino? Imagino que es esa fuerza extraña, ese presentimiento, esa necesidad, las ganas que son más fuertes que tú las que no dejan que te alejes o...las que hacen que retornes lo más pronto posible. Pueden pasar años, como ellos. O un año, como otros.
Al final, creo que me pregunto cómo es que lo dejó para siempre porque, aunque estuve a su lado para combatir a los fantasmas y las crisis, para decirle que todo estaría bien, que las pastillas le podían quitar el tino y lo que quisiera, pero no me quitarían de su lado, creo que no entiendo cómo es que lo dejó luego de hablar con su doctor. Sé que salió, lo llamó y, ¡pum! todo terminó. Los momentos más fuertes, los golpes que en serio hieren, son esos, los que son directos, mortales y que son efectivos a la primera que los lanzas. Cuando te despojas de lo tóxico, supongo que es igual, que duela hasta arder en el alma al inicio pero que, en las lágrimas, el tiempo, el cariño, la soledad y todo lo demás, ese ardor se vaya hasta desaparecer. Quizás, todo lo que es importante y esencial, se hace de una sola vez, porque sabes que no habrá una segunda oportunidad...para salir y empezar a vivir...o para seguir rodeada de fantasmas.

¿O no?

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