domingo, 23 de junio de 2013

Fue un 23 de Junio.
No hay post, solo quiero recordar la fecha.
Adiós.

jueves, 6 de junio de 2013

"Lord I'm doing all I can, to be a better man"
"I feel I'm getting old before my time"
"Send  someone to love  me I need to rest in arms, keep me safe from hurt"
"I will grow through this pain"

Si a mi me pagaran por escribir de él sería casi igual de millonaria que una estrella de Hollywood. 
Si a mi me preguntaran por él, les soltaría mil frases y muchas historias y siempre, estoy segura, me quedaría corta.
Si a mí me pidieran que creara un personaje, no lo dudaría dos veces, lo crearía a él. Lo crearía y lo recrearía. Ha sido ya tantas veces modificado por mis sentimientos y mis pensamientos que, si es que ese fuera mi trabajo, sería casi un placer poder hacerlo y recibir un pago por eso.Viviría feliz y tranquila porque tendría la seguridad de estar dentro de terreno conocido, mucho. Con él he pasado de las risas a las lágrimas y de los juegos a las más fuertes peleas. Nunca había besado a alguien en los labios y nunca estuve más cerca de hacer el amor, que con él. Ya no cuento los años porque sé que estos ya no importan, sé que van a pasar muchos más y mientras más vieja me haga, mejor será el recuerdo. Es como el buen vino, cuanto más añejo, más valorado será. Historias como la que se ha tejido con él, hay muchas. Lo sé porque tengo amigas y ellas también han vivido sus propias peripecias. Lo que puede parecer extraño es, en realidad, lo más común. No importa, mientras se desarrolle la historia, quiero seguir siendo la protagonista y que él se siga esforzando por ser el better man que me acompaña.
Por primera vez somos más realistas que utópicos y no está mal. Para no sentirme mal asocio esto con la posible madurez que, se supone, debemos tener. Esa sonrisa tan bonita que me hace parecer estúpida ha vuelto y por ratos me descubro leyendo sus mensajes y riendo. Ya no me emociono como antes, no sé si es falta de amor o si, nuestro amor, se ha vuelto un poco más sensato. Ahora somos más sinceros y no nos importa decirnos en la cara que lo más probable es que esto no sea eterno pero que es muy bonito disfrutar de la compañía del otro, mientras dure, está bien. Esta vez es como si estuviéramos empezando con la lectura de la lista de reglas para no volver a infringir, para no dañar y evitar toda posible culpa. Es como si quisiéramos ser felices y hacernos felices pero con un poco de temor. No importa, yo sé que esta vez lo estamos haciendo bien. Lo sé porque me siento mejor desde que estás. 

lunes, 3 de junio de 2013

Desde que pasó que me mintió y nos alejamos, juré borrar toda posible conexión con él. Nunca más, ya no. No borré los mails y no quemé sus cartas, cada vez que iba a casa las leía y, por momentos, olvidaba todo y veía la hora porque seguro ya iba a llegar a visitarme, tenía que ordenar la sala y decirle a papá que iba a estar un rato con un amigo. No regalé los peluches pero esto estaban dentro de bolsas de plástico para evitar la alergia; al polvo y a los recuerdos. Solo usé un par de veces ese hermoso collar que me regaló pero que es una tortura para mi piel, sobre todo, para mi cuello. Ya no leía la única Pascualina que he tenido en toda mi vida, es más, la había dejado enterrada en el cajón de mi escritorio y, cuando la veía, disimulaba una sonrisa pero no me atrevía a tocarla, mucho menos a abrirla.
Cuando salía no podía estar tranquila, fueron muchas las veces que lo confundí con algún extraño. Era el cabello, la talla, la ropa, el color de piel; era todo, era nada. Ahora que todo pasó creo que eran las inmensas ganas de verlo que tuve que aprender a esconder y disimular las que hacían que lo confunda con cualquier muchacho con el que pudiera tener algo similar. No importaba qué, no importaba dónde, siempre creía verlo, de lejos, de cerca. Las veces que lo vi, las tres veces que sí era él, fue peor que cuando me confundía. No hubo un saludo, no pude ser lo suficientemente fuerte o arrebatada para poder decirle lo que pensaba, para poder desfogar mi enojo con él, porque era él el culpable de tantos momentos de tristeza y era él el que había causado que mi autoestima se vaya al suelo. Sin embargo, no podía hacerlo. Quizás, si lo hubiera hecho, me hubiera sentido más humillada que liberada. No lo hice, ya pasó. No me arrepiento.
El estudio se convirtió en el peor complemento y , luego, en el mejor aliado. No podía concentrarme porque todo lo relacionaba con lo que había pasado y lo que aprendía se borraba luego de dar el examen. Seguramente mi memoria de corto plazo fue la más sacrificada, pobre. Luego, estudiar fue lo único que pude hacer bien y que disfrutaba. Las tardes en la biblioteca se hacían hermosas y leer era un escape.
Todo pasaba, los meses empezaban y, sin darme cuenta, ya era 30 o 31. Llegaba Diciembre y las ganas de estar fuera ya no las podía contener. No viajé para alejarme de él, pero ese se convirtió en una de las grandes razones. Nunca había estado tan lejos por tanto tiempo y no sabía cómo sería pero la sola idea de pensar en eso me arrancaba sonrisas y risas. Ya estaba mejor, no lo podía negar. Cuando terminaron los tres meses, cuando volví, todo cambió.
No me acostumbro a la falta de amabilidad de los conductores, no entiendo porqué les cuesta tanto dar el pase a los peatones. No entiendo porqué vale más ser vivo que ser honesto. No entiendo porqué vivimos con tantos prejuicios y estigmas sociales y lo peor es que pareciera que ya asimilamos todo esto como parte de nuestra cultura y no como algo que debemos cambiar, combatir. No entiendo porqué vestir con ropa de marca debe ser una prioridad y cómo es que eso nos puede hacer más o menos. No entiendo porqué en lugar de ayudarnos y protegernos muchas veces nos ponemos obstáculos entre nosotros porque no podemos dejar que el otro avance sin que yo esté un paso antes. No entiendo porque, muchas veces, de todo lo que me quejo, es de todo lo que adolezco. De todo lo que digo que no entiendo, muchas veces yo lo he hecho.

Quiero volver y quiero vivir allá, lo tengo que decir en algún lugar. Quiero comer sano y quiero leer mucho. Quiero ser mesera y quiero trabajar en una librería. Quiero aprender a conducir y así poder vivir por un tiempo en una ciudad y luego en otra sin miedo a no poder solventar los gastos básicos y sin miedo a no tener dónde vivir. Me ha cautivado la vida americana, lo acepto. Me ha gustado ver cómo las personas son amables y cómo el conductor se detiene para que yo pase sin la necesidad de correr y con el riesgo de caer. Me ha gustado ese país que muchos odian o no recomiendan. He tenido suerte, creo yo. Ahora quiero volver y sé que quizá eso no pasará en mucho tiempo, quiero vivir allá.